Los cerebros de los niños con autismo son relativamente inflexibles a la hora de cambiar de un estado de descanso a uno de ejecución de tareas, de acuerdo con un nuevo estudio de imágenes cerebrales realizado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos.
En lugar de cambiar para acomodarse a un trabajo, la conectividad en las principales redes del cerebro de niños autistas es similar a la conectividad en el cerebro en reposo. Y cuanto mayor es esa falta de flexibilidad, se producen las manifestaciones más graves de conductas repetitivas y restrictivas que caracterizan el autismo, según el estudio.
El trabajo, que se publica en la edición digital de este martes de ‘Cerebral Cortex’, utilizó imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés) para examinar la actividad cerebral de los niños en reposo y durante dos tareas: la resolución de problemas matemáticos sencillos y mirar fotos de diferentes caras.
La investigación incluyó un número igual de niños con y sin autismo. Este trastorno del desarrollo, que ahora afecta a uno de cada 68 niños en Estados Unidos, se caracteriza por déficits sociales y de comunicación, comportamientos repetitivos y problemas sensoriales.
«Queríamos poner a prueba la idea de que se necesita un cerebro flexible para tener comportamientos flexibles», afirma la doctora Lucina Uddin, autora principal de esta investigación cuando trabajaba como becaria postdoctoral en la Universidad estadounidense de Stanford.
«Vimos que a través de un conjunto de conexiones cerebrales que se sabe que son importantes para la conmutación entre diferentes tareas, los niños con autismo demostraron una reducción de la ‘flexibilidad del cerebro’ en comparación con sus compañeros de desarrollo normal», añade Uddin, que ahora es profesora asistente de Psicología en la Universidad de Miami.
«El hecho de que podamos vincular este estado neurofisiológico cerebral de inflexibilidad a la inflexibilidad conductual es un hallazgo importante porque nos da pistas sobre qué tipo de procesos van mal en el autismo», afirma otro de los autores principales, Vinod Menon, profesor de Psiquiatría y Ciencias Conductuales de la UNIVERSIDAD de Stanford.
Los investigadores se centraron en una red de áreas cerebrales que se han estudiado antes y que están involucradas en la toma de decisiones, la realización de tareas sociales y la identificación de hechos relevantes en el entorno para guiar el comportamiento. El trabajo previo del equipo demostró que en los niños con autismo, la actividad en estas áreas estaba más estrechamente conectada cuando el cerebro está en reposo que en los menores sin autismo.
La nueva investigación muestra que en el autismo, la conectividad en las redes que se pueden ver en las imágenes de resonancia magnética funcional es bastante similar con independencia de si el cerebro está en reposo o realizando una tarea. En contraste, los menores que se desarrollan normalmente poseen un cambio más amplio en la conectividad cerebral cuando hacen algún trabajo.
El estudio observó a 34 niños con autismo, todos ellos con evaluaciones clínicas estándar para caracterizar la gravedad de su trastorno, y 34 niños con desarrollo normal. Luego, los dos grupos fueron divididos por la mitad: se hicieron escáneres con fMRI de 17 niños con autismo y 17 niños con desarrollo normal mientras estaban en reposo y durante la realización de problemas aritméticos simples.
El resto de los niños, con y sin autismo, tenían escáneres de su cerebro en reposo y durante una tarea en la que tenían que distinguir entre las caras de diferentes personas. La prueba de reconocimiento facial fue elegida porque el autismo se caracteriza por déficits sociales y el examen de matemáticas fue elegido para reflejar un área en la que los niños con autismo no suelen tener déficit.
Los niños con autismo se desenvolvieron igual de bien que sus compañeros de desarrollo típico en ambas tareas, es decir, que eran igual de buenos a la hora de distinguir entre las caras y solucionar los problemas de matemáticas, pero los resultados de la exploración del cerebro fueron diferentes.
Además de la flexibilidad cerebral reducida, los investigadores demostraron una correlación entre el grado de inflexibilidad y la gravedad de las conductas restrictivas y repetitivas, como realizar la misma rutina una y otra vez o estar obsesionado con un tema favorito.
La investigación demuestra que la conectividad cerebral en los niños con autismo cambia menos en respuesta a una tarea que la de los cerebros de otros niños. «Los hallazgos podrían ayudar a los científicos a evaluar los efectos de diferentes tratamientos de autismo», afirma Kaustubh Supekar, investigador asociado y otro autor principal del estudio.
Fuente: Europa Press.